'El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme,
pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algún día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
Cenicienta, aunque algunos
me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
y también vayan muriendo.'
pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algún día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
Cenicienta, aunque algunos
me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
y también vayan muriendo.'
Fragmento de 'La pura verdad'
Carta muy abierta a Francisco
Urondo
Por Julio Cortázar
[Publicada en Liberation, 1973]
Parece, según noticias de buena
fuente, que de un tiempo a esta parte, no es nada fácil dar con vos
personalmente. Siempre fuiste un poco jodón, pero en este caso estoy convencido
de que no tenés la culpa de que los amigos no puedan tomarse un vinito con vos,
y como no soy rencoroso te escribo, Paco, con la seguridad de que muy pronto
has de cambiar de conducta y no solamente aceptar visitas sino incluso
devolverlas. A la espera de todo eso te voy a hacer rabiar un poco, porque si a
vos no se te puede ver resulta que a otros si, y a lo mejor te divierte que te
cuente como me las arreglé en Quito hace apenas dos meses, para ir a pegarle un
abrazo a Jaime Galarza. Yo a este punto ya lo conocía de París, no
personalmente pero allá, lo sabés de sobra, somo muchos los latinoamericanos
que se juntan y hablan y por ahí van saliendo algunas cosas, pavaditas, claro,
no vamos a exagerar. Y los ecuatorianos me habían contado cosas de Galarza, yo
lo había leído y de golpe zás, El festín del petróleo. Nada, doscientas páginas
poniendo en claro lo que a mucha gente le interesaba mantener oscuro, el
invariable escamoteo de una riqueza casi increible, pactos y contratos y
consorcios y cualquier cosa menos petróleo del Ecuador para los ecuatoriños.
Vos te imaginás las consecuencias del libro: por un lado la edición que se
agota antes de que haya tiempo de secuestrarla, y por otro una maquinita bien
montada, Jaime Galarza a la cárcel como”cómplice intelectual” de una operación
más bien movida en un supermercado. Todas estas cosas se repiten tanto que uno
tiene la impresión de estar contando siempre lo mismo, en todo caso si te
aburrís chiflame. Lo fuí a ver, y resultó más fácil de lo que pensaban algunos.
Fuí con la rubia Mireya (como irrespetuosamente la llamaste vos alguna vez a mi
compañera), porque esta lituana loca no es de las que me deja ir solo a lugares
de mala fama. Y como mala, es mala, algo sabés de eso, te sacan el pasaporte a
la entrada y vos pensás que por ahí se les pierde, esos descuidos penosos. A
Jaime lo encontramos con otros huéspedes del hotel y algunos amigos, entre
ellos por extraña coincidencia un periodista que visitaba a otro detenido y que
al día siguiente dió la noticia a tres columnas, cosa que te probará la
utilidad de esa clase de circunstancias. Hablamos largo de Festín y de otros
petróleos de este continente, yo aprendí algunas cosas que acaso serán útiles
cuando vuelva a Francia, y además, hubo todo eso que hoy no puede haber entre
vos y yo, ese quedarse callados, mirándose como nos miramos los amigos, con esa
mirada que no tendrán nunca los que nos separan. Me fuí, claro, pero me fuí
sabiendo que de alguna manera no me iba, y que también Jaime se iba conmigo en
esa zona del corazón que está para siempre a salvo de los cercos, las rejas y
el odio. Cambiamos un par de libros y abrazos, la rubia Mireya organizó como
sólo ella sabe hacerlo un sistema perfecto de postes restantes, revistas,
publicaciones y antibióticos para la muchachada de a bordo. A mi pasaporte no
le faltaba ni un sello a la salida, y más bien pienso que tenía uno de yapa.
Ahora sé quién es de veras Jaime Galarza, ahora me siento más fuerte porque su
prisión, las cicatrices de la tortura en sus muñecas, serán como tantas otras
cosas, parte de mi fuerza. Y si te cuento esto, Paco viejo, es porque sé que te
gustará leerlo y que para vos será como si te hubiera visitado, como si también
vos y yo hubiéramos fumado juntos un rato, mirándonos con nuestra sorna de
porteños. Y también porque otros leerán esta carta, cerca o lejos de vos, y
comprenderán que de alguna manera quise estar con todos, y que mi abrazo con
Jaime es el que todos nos damos y nos daremos siempre, hoy de lejos, mañana en
esa calle abierta en que nos encontraremos para seguir el largo, necesario y
hermoso camino que lleva a nuestro sueño.
Julio
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